Introduce el tema señalando que aunque es probable que nos remita a computadoras, teléfonos celulares o autos eléctricos, sin embargo, el propósito inherente de la tecnología siempre ha sido el mismo: innovar para crear productos superiores, producidos más rápidamente y a costos más bajos. Y agrega: “En el ámbito de la construcción, sin embargo, a menudo nos limitamos a pensar que la tecnología se restringe a lo que ocurre dentro de las computadoras: BIM, IA, sistemas de representación avanzados, entre otros. Olvidamos el desarrollo de sistemas constructivos disruptivos, nuevos materiales, productos inmobiliarios innovadores y formas alternativas de vivienda. Arquitectos, ingenieros y constructores nos hemos acomodado en un mercado que hemos hecho hermético, convenciéndonos de que la construcción es exclusiva y ajena a la innovación tecnológica. Sin embargo, al igual que con otras industrias, el mercado ha aceptado los cambios antes que los propios desarrolladores inmobiliarios y empresas constructoras”.
UNA APUESTA GLOBAL
“Durante décadas, en Argentina, se debatió si la construcción industrializada, modular, Steel frame o prefabricada era superior a la tradicional. Hoy, nos damos cuenta de que al mercado le importa; la gente lo ha aceptado con naturalidad. Lo que importa a la nueva generación es el diseño, la sustentabilidad, la rapidez de ejecución, el cumplimiento de costos y plazos, la calidad acordada y una forma de pago razonable. Estamos demasiado inmersos en modelos arquitectónicos estéticos y exclusivos que nos impiden ver una verdad simple: en un mundo de 8000 millones de personas, no podemos trabajar solo para una minoría privilegiada. Necesitamos respuestas globales, al igual que las ofrecen los fabricantes de tecnología. La industria automotriz nos brinda un ejemplo claro: una SUV de gama media alta cuesta lo mismo que un departamento, pero ofrece garantía, financiamiento, red de concesionarios y no se filtra el agua cuando llueve. Es evidente que hemos perdido tiempo discutiendo sobre
temas intrascendentes mientras la tecnología nos superaba.
El mercado ha aceptado sin reparos técnicos o estéticos la construcción industrializada. Basta con observar la proliferación de casas con estructuras metálicas en barrios privados del AMBA, el uso creciente de Steel frame en la Patagonia y Mendoza,o la popularidad de las construcciones modulares y tiny houses en las zonas veraniegas. Aunque no hay datos precisos, se estima que en Suecia el 85% de las viviendas individuales cuentan con elementos prefabricados. Hoy, observamos una generación joven de profesionales constructores y consumidores que apuestan por la tecnología. Sin embargo, este cambio debe ir acompañado de un impulso por parte de las universidades, que necesitan formar no solo diseñadores y calculistas, sino también profesionales capacitados para implementar la tecnología en la construcción, con el objetivo de mejorar la calidad de vida para todos.
La industria automotriz argentina produce entre 450,000 y 600,000 unidades al año en sus trece plantas. En contraste, Argentina enfrenta un déficit de aproximadamente 3 millones de viviendas. Si pudiéramos replicar el modelo de la industria automotriz, podríamos resolver este déficit en 5 a 10 años, brindando calidad de vida a millones de personas y generando empleo.
La tecnología ya está aquí y llegó para quedarse. Sus beneficios son enormes: reducción de costos, certeza en los valores y tiempos de ejecución, mejor calidad de productos y condiciones laborales para los trabajadores, y una financiación más clara para los compradores. Todo esto se traduce en un mercado más amplio. El gran cambio que introdujo Ford no fue solo la línea de montaje, sino la reducción del costo del automóvil a la mitad, lo que amplió el mercado y aniquiló a la competencia”.
Para concluir, el actor afirma: “Solo hay dos opciones: aceptar el cambio o quedarnos atrás”