En el recorrido, guiadas por el arquitecto Fernando Vitullo, jefe de operaciones de la empresa constructora Criba, a cargo de la obra, sorprende la arquitectura que se distingue por su simplicidad y un diseño despojado, libre de alardes formales que invita a su uso.
Fue proyectado por el estudio español Herreros, que diseñó el Museo Munch de Oslo, el Espacio SOLO de arte contemporáneo de Madrid y galerías de arte como la Carreras Múgica en Bilbao y contó con el apoyo local de Torrado Arquitectos. El paisajismo está a cargo de Bulla, y Flora Estudio, en el diseño del mobiliario.
El Museo abarca una superficie total de 8000 m2 y 2800 entre áreas cubiertas y semicubiertas, combina una sucesión de salas en distintos pabellones totalmente vidriados y espacios públicos que se insertan en el paisaje bordeando el lago principal, rodeado de jardines, y un bosque de alisos que contiene tres salas de exhibición al aire libre.
De esta manera, el Museo, que será totalmente gratuito, genera un circuito de arte público, educativo y comunitario con obras de artistas contemporáneos accesible para los visitantes, quienes incluso podrán admirar las obras y el trabajo de los artistas a través de los cristales.
En la visita pudimos observar una intensa actividad para ultimar los últimos detalles para la inauguración formal el 21 de septiembre.
EL PROYECTO
La obra se erige a partir de un gran techo transparente de 1.400 m2, de gran impacto visual, apoyado sobre tres pabellones que contienen: una sala de exposiciones con recepción, aula infantil y servicios de 500 m2, una reserva técnica de obras de arte con administración, tienda y café de 470 m2. A los que se suma un pabellón acristalado de 200 m2 que exhibirá en forma permanente las cinco esculturas del artista tucumano Gabriel Chaile, que fueron presentadas en la última Bienal de Venecia.
En su distribución, los pabellones generan una gran plaza abierta y techada que tiene la vocación de ser lugar expositivo y de paseo. En palabras de Juan Herreros: “El gran techo transparente expresa el deseo de Malba Puertos de constituirse en un lugar de encuentro alejado de la exclusividad de los museos tradicionales. El espacio público generado es también un lugar de arte, un regalo del Malba a la ciudadanía”.
Al describir la obra, el jefe de operaciones de Criba explicó que, por razones de tiempo y rapidez, se optó por la construcción en seco, las fundaciones se hicieron con pilotes, la platea de hormigón, y el resto de la estructura es metálica. La tabiquería es de acero con paneles vidriados, por lo que hubo que considerar la transmitancia térmica, asoleamiento y el control de temperatura, todo un desafío. En las salas de exposición se han instalado cortinas con el objetivo de lograr la máxima ligereza compatible con la protección de las obras.
“Si bien el diseño se destaca por su simplicidad, el mayor desafío fue gestar un museo abierto con las paredes totalmente translucidas, algo inusual y tal vez irrepetible”, comenta Vitullo.