Cuando Otto Peter Bemberg decidió instalar su cervecería en la zona, en octubre de 1887, Quilmes era un poblado de quintas y lagunas, y ambiente campestre. Sin embargo, tres ventajas lo convencieron en la elección: la pureza del agua, la cercanía con el ferrocarril, y con la metrópoli. El parque recreativo -al que luego se sumaron la ayuda para la fundación del hospital y del cuerpo de bomberos- estaba previsto junto al pedido de tierras al municipio para la fábrica y como extensión de ésta. Posteriormente se desarrolló un pintoresco barrio de viviendas, destinadas al personal, que aún hoy es gratificante recorrer.
El proyecto de 87.000 metros cuadrados, incluía áreas deportivas como canchas de tenis, pelota- paleta, fútbol, dos piletas de natación, juegos infantiles y gimnasio.
Una arboleda profusa recrea la vista, con especies autóctonas como el ciprés calvo y el roble de los pantanos, originarios de Florida, guindos de Siria, robles de Eslavonia y acacias de Australia.
En el entorno, un chalecito en el medio de la espesura – en su momento refugio de los fundadores para almuerzos y reuniones- con su cúpula helvética y un aljibe integrado al paisaje, se mantiene como reminiscencia del pasado. Aunque ya no corre el agua por las acequias, junto a los cipreses, con lo que desapareció la fauna de sapos, renacuajos, anguilas y caracoles, que hacían la delicia de los chicos. Mucho ha cambiado desde entonces, toda la extensión del parque está menos abierta que décadas atrás, pero aún es un espacio inmejorable para caminar o correr, amparados por un acogedor follaje. O disfrutar de la gastronomía que se oferta, al igual que la tradicional cerveza tirada.
El Parque está en Triunvirato al 700, en Quilmes, provincia de Buenos Aires, y el barrio aledaño justo enfrente.