Más del 80% de la población global convive con la informalidad económica. Números de este calibre reflejan la desconfianza de la sociedad moderna frente a un edificio institucional que perjudica más de lo que favorece, y empuja a la ciudadanía a mantener su economía fuera de los registros oficiales. Ante este panorama, realizar un diagnóstico correcto es crucial para comenzar a desandar un camino que solo puede conducir al fracaso.
No se trata de abordar la cuestión únicamente a partir de las decisiones individuales de los ciudadanos, sino de comprender cómo la maquinaria informal impacta directamente en el desarrollo nacional. Siguiendo esta línea, buscar culpables entre quienes se resguardan en la informalidad para proteger sus finanzas personales sería un grave error. Es necesario ampliar las miras y reconocer que hay un sistema que no ofrece garantías ni logra convencer.
A partir de 1945, con el crecimiento de la inflación, la informalidad en la Argentina ascendió a niveles cercanos al 50%. Desde ese entonces, nunca más bajó. Ahora bien, para comprender este fenómeno puede ser útil incorporar el concepto anglosajón compassion. Este difiere en un aspecto central de su equivalente más cercano al español, compasión: no hace referencia a la pena que se siente por alguien que atraviesa una mala situación, sino que invita a la empatía, a ponerse en el lugar del otro.
Cuando la corrupción, la inflación y la inestabilidad son moneda corriente, los ciudadanos concluyen que el dinero que aportan mediante impuestos no se traduce en mejoras sociales. De esta manera, utilizan la informalidad como un mecanismo de defensa personal. En la misma línea, situaciones como el boicot parlamentario a Ficha Limpia abonan a la desconfianza generalizada. Si no es posible garantizar seguridad jurídica, tampoco es posible garantizar seguridad económica. El siglo XXI demuestra que la frase “achicar el estado es agrandar la nación” es hoy más cierta que nunca, pero es difícil que la nación crezca si dejamos que la manejen los mismos de siempre.
Pero la falta de compassion no es solo patrimonio argentino: la proliferación de diagnósticos errados derivó en la creación de una burocracia internacional encargada de imponer regulaciones antilavado basadas en supuestos desacertados
Recientemente Javier Milei reparó en las diferencias que existen entre la informalidad a la que recurren quienes desean proteger sus finanzas de las fallas del sistema, y la informalidad en la que se escudan las actividades ilícitas. Correctamente, el Presidente señaló que el delito debe ser combatido mediante las fuerzas de Seguridad, y no con regulaciones económicas que afectan al ciudadano promedio.
Este tipo de prejuicios nublan la visión de las causas reales del problema, e imposibilitan tomar las medidas necesarias contra el verdadero dilema: la informalidad como respuesta a una distorsión institucional severa. En efecto, es primordial atacar la fuente de la informalidad, que no es otra sino la desconfianza. Para esto, la solución es generar incentivos que inviten a ingresar al sistema formal y salir de los márgenes.
En este sentido, la actualidad argentina presenta algunas muestras de mejora que permiten pensar en avances a corto, largo y mediano plazo.